La revolución de las algas
Por Alejandra Allendes Arenas
En un mundo donde más del 70% de su superficie está cubierta de agua, no es raro pensar que de ella provengan los principales recursos para la mantención de la humanidad. Mientras aún no terminamos de descubrir lo que hay en tierra, lo que crece en el agua pasa a ser mucho más un misterio para nosotros.
De toda esta agua, gran parte corresponde a océanos de aguas saladas. En estos ambientes se desarrollan un sin número de organismos vivos, de los cuales el 90% corresponde a algas de algún tipo. Corresponden a uno de los recursos vivos más económicos y ecológicos obtenido de los mares, gracias a su prolificidad, diversidad y adaptabilidad.
Las algas han sido una fuente de alimentación por siglos para los países asiáticos, debido a su alta disponibilidad y cercanía a todas las poblaciones que se desarrollaban en las costas. Con el paso de los años, y la globalización de las distintas culturas por el mundo, es que este alimento comenzó a participar en las dietas occidentales, aunque su principal expansión se debió a sus usos industriales debido a la extracción de ficocoloides (polímeros naturales provenientes de las paredes celulares de las algas marinas). Sus principales usos están en los rubros de alimentación, cosmética, farmacia, biocombustibles, entre otros.
Considerando que Chile cuenta con 4.300 kms de largo, lo que equivale en gran parte a sus costas, se podría pensar que existe un alto aprovechamiento de este recurso.
Pero no es así.
Nuestro país cuenta con más de 750 especies de algas reconocidas, de las cuales solo 60 tienen un uso comercial, siendo principalmente la extracción de ficocoloides, donde son exportadas como materias primas. Éste ha sido el modus operandis de Chile en cuanto al uso de su diversidad en flora, fauna y recursos minerales, lo que nos ha posicionado como un país proveedor de materias primas, sin valor agregado.
Chile perdió la capacidad de consumo de algas, y es algo que se recuerda solo en las zonas costeras. Para la generalidad de la población, éste es un alimento de sabor, aroma y textura desagradable. Incluso ha llegado a ser relacionado con la falta de recursos económicos.
Esto nos ha hecho desaprovechar la oportunidad de crear una industria en torno a nuestra diversidad de algas, y no tan solo enfocada en su extracción y recolección (que aún es muy precaria al ser artesanal, y poco sustentable cuando es para uso industrial).
Si miramos las tendencias actuales de alimentación saludable, sustentabilidad, protección al medio ambiente y comercio justo, vemos que innovar en torno a las algas encaja perfectamente en cada uno de estos movimientos.
Ya diversos estudios han mostrado su alta calidad nutricional, llegando a recibir el nombre de “súper alimentos”. Su manejo es a través de praderas naturales, donde al ser respetados sus ciclos vuelven a producir cada año, sin recibir alguna intervención humana. Y al final de esta cadena encontramos a los recolectores de algas, los que hoy en día no reciben un buen pago por su trabajo de parte de las exportadoras.
Acá podemos innovar y mucho. Podemos crear una industria respetuosa con el medio ambiente y las personas, respetando la naturaleza y el trabajo de las personas involucradas. Todo esto a través de la creación de productos de alto valor agregado, utilizando la nobleza de las algas como base.